Francisco & Carolina
Carolina y Francisco son los pastores fundadores de la comunidad Petra, ubicada en el centro de Concepción, Chile. Desde antes de su matrimonio en 2005, han servido juntos al Señor y han formado una familia con tres hijos: Javiera, Lucas y Marcos.
Francisco fue ordenado al ministerio pastoral en 2021 por la iglesia Bautista de Chile. Además de su labor pastoral, es ingeniero eléctrico y docente en la Universidad Federico Santa María, la Universidad Andrés Bello y el Instituto Teológico Bautista de Concepción. Con un título en ministerio, actualmente cursa un magíster en Teología. En Petra, lidera la enseñanza bíblica dominical y dirige la Escuela Petra.
Carolina es estudiante de Publicidad en DuocUC de Concepción y lidera el Ministerio Infantil de Petra. También colabora en la pastoral generacional junto a su esposo. Su dedicación al ministerio infantil refleja su compromiso con la comunidad.
Para Carolina y Francisco, la iglesia es la esperanza del mundo, un lugar donde todos pueden crecer y ser parte del propósito de Dios. Su liderazgo y compromiso han sido esenciales para el crecimiento y fortalecimiento de la comunidad Petra, creando un espacio de fe y desarrollo personal para todos sus miembros.
El Corazón de nuestra Iglesia
Misión
Proveer de un ambiente propicio para el crecimiento de la fe en el evangelio de Jesucristo. Con el objetivo de hacer discípulos de Cristo que sean efectivos mediadores del evangelio.
Visión
Ser una iglesia que testifica con gozo el evangelio de la gracia de Dios. Y planta otras iglesias para que el testimonio crezca.
Nuestros Valores
Entendemos a todo creyente como una nueva creación en Cristo, les valoramos especialmente por quienes son en Jesús (jamás por aspectos humanos como nacionalidad, apariencia o nivel socioeconómico). Reconocemos sus necesidades espirituales, emocionales y físicas, y buscamos suplirlas en amor fraterno.
Al ser cada creyente una nueva creación en Cristo, enfatizamos en el sacerdocio universal de todo creyente, quien tiene libertad de crecer en conocimiento y desarrollarse en el ministerio cristiano.
Promovemos una comunidad libre de jerarquías eclesiásticas. El reino de Dios viene a ser entonces una comunidad cuyos miembros más fuertes y experimentados renuncian a sus privilegios en pos de cuidar y velar por el bienestar y el crecimiento de aquellos más débiles. Una comunidad donde el amor sacrificial de Dios es la norma cotidiana y práctica.
Se debe censurar con fuerza todo tipo de abuso de un líder hacia un hermano más débil.
En nuestra comunidad, tener a cargo un ministerio o liderar algún sector de la iglesia, no implicará ascender por una pirámide jerárquica u obtener privilegios, sino al contrario, será un paso para ser más como Cristo, quien renunció a su propia vida por el bienestar de los demás. El cuerpo ministrante (liderazgo) ha de ser entonces el ejemplo de amor, entrega, misericordia y perdón hacia el resto de la comunidad.
El poder para servir en el Reino de Dios es dado al espíritu, cada creyente es guiado e inspirado al servicio desde su interior. Toda coerción, presión, manipulación u obligación externa expone al creyente un servicio humano y terrenal, despojándolo de su libertad y sentido de comunión con Dios.
La influencia del cuerpo ministrante será siempre un tipo de persuasión positiva mediante el buen consejo de la palabra de Dios, buscando el bienestar máximo de los creyentes. Jamás mediante amenazas o imposiciones.
Vivimos en comunidad mediante una sujeción de amor con todos los demás, esto significa la consideración, el aprecio, y el servicio abnegado hacia cada miembro de la comunidad.
La figura del pastor no es una que va desde atrás obligando el avance, tampoco uno que va delante atribuyéndose la exclusividad de la dirección, sino uno que va al lado de los creyentes, en su misma senda, llorando con los que lloran y riendo con los que ríen, enseñando y animando mediante el evangelio, tal como Jesús a sus discípulos camino a Emaús. Siguiendo el ejemplo de la encarnación de Cristo.
El Espíritu Santo tiene la exclusividad de la dirección de la comunidad, a cuya voz todos los creyentes procuramos ser sensibles.
Cada iglesia local debe ser independiente, se debe sostener a sí misma, y debe ser gobernada por sus propios miembros.
Será la comunidad quien reconocerá los dones espirituales entre sus miembros, y los animará para formar parte de los ministerios.
El cuerpo ministrante estará formado por creyentes reconocidos por la comunidad, en quienes la iglesia descansa para tomar las decisiones sobre las actividades y la organización en general. Decisiones más relevantes se tomarán en consenso con toda la comunidad.
Se reconocen dentro de la comunidad dos oficios; pastores y diáconos.
Los pastores tienen la función principal de alimentar y apacentar a los creyentes mediante el evangelio de Jesucristo. Orar por ellos y procurar su crecimiento en el conocimiento de Dios. Mantienen y extienden la visión de la iglesia y la comparten a la comunidad de fe.
Los diáconos tienen la función principal de apoyar el ministerio pastoral, liderando y organizando los ministerios de la iglesia. Los diáconos pueden también cumplir roles pastorales al ministrar con la palabra a algún grupo específico (por ejemplo, en el ministerio de niños y grupos de conexión).
Pastores y diáconos forman el cuerpo ministrante, que están al servicio de la comunidad de fe, y permiten que cada creyente reciba en abundancia las riquezas de la gloria de Cristo Jesús, y que de esta manera lleven una vida de fe llena de paz, gozo y gratitud.